
Aire | Retazos del ayer
Allí donde la arena no conserva pisadas y el viento aún juega con susurros, lo encontramos a él jugando con sus luces y sus sombras sin pedir nada.
Casi disuelto en capas de texturas superpuestas que se funden con el cielo, surge como un símbolo del proceso de memoria: no del dolor de la perdida, sino del goce suspendido en el recuerdo.
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Agua | Aún flota su sonrisa
Dormida y serena en el vaivén del mar, la vemos rendida a una memoria sensual y feliz. El cabello, prolongado como un lazo que la une aún con la tierra o con el sol, se transforma en hilo rojo de pertenencia y deseo. No vuelve para lamentar, sino para revivir los instantes más felices. La evocación no como duelo, sino como celebración íntima de lo vivido.

Tierra | Conversando con la arena
La luz cálida del sol, detrás, parece devolverle por un momento su cuerpo, su tiempo.
La ternura de su gesto, de su mano casi en un ademán de narración o caricia, recuerda que lo que fuimos permanece no en grandes hazañas, sino en actos mínimos: un atardecer, una charla, una espera.