Memorias olvidadas del Tango

No sé si estas obras las hice yo, o si fueron apareciendo solas, como lo hace el tango en la vereda cuando el día ya no tiene apuro.

No son homenajes ni ilustraciones.
Son recuerdos que no viví, emociones que pasaron por mí como pasaba el viento por un patio cerrado de un conventillo perdido.
Buenos Aires no está retratada en estas imágenes, pero respira en cada una.
En una mirada quieta, en una pareja suspendida entre un paso y el otro, en el rojo que siempre, siempre dice más de lo que muestra.

No me interesa el tango de postal. Me interesa el tango como herida lenta, como abrazo que no se olvida.
Me interesa lo que sucede después del compás, cuando los cuerpos ya no siguen el ritmo, pero tampoco pueden soltarse.

Cada imagen fue una forma de escuchar el silencio entre dos personas que se abrazan,
el acuerdo mudo entre dos amigos,
el paso forzado de un caballo que alguna vez corrió por Palermo,
la presencia de una mujer que ardió sin permiso.

Hacer estas imágenes fue también una forma de bailar con los que ya no están, con los que nunca olvidan al otro.

Y de dejar que la ciudad —mi ciudad natal— siga hablándome al oído, aunque hoy no suene la misma música,
aunque a muy pocos les interese,
aunque solo les llegue a aquellos que siempre son necesarios para imaginar un viento que cambie los rumbos.

No sé si estas obras las hice yo, o si fueron apareciendo solas, como lo hace el tango en la vereda cuando el día ya no tiene apuro.

No son homenajes ni ilustraciones.
Son recuerdos que no viví, emociones que pasaron por mí como pasaba el viento por un patio cerrado de un conventillo perdido.
Buenos Aires no está retratada en estas imágenes, pero respira en cada una.
En una mirada quieta, en una pareja suspendida entre un paso y el otro, en el rojo que siempre, siempre dice más de lo que muestra.

No me interesa el tango de postal. Me interesa el tango como herida lenta, como abrazo que no se olvida.
Me interesa lo que sucede después del compás, cuando los cuerpos ya no siguen el ritmo, pero tampoco pueden soltarse.

Cada imagen fue una forma de escuchar el silencio entre dos personas que se abrazan,
el acuerdo mudo entre dos amigos,
el paso forzado de un caballo que alguna vez corrió por Palermo,
la presencia de una mujer que ardió sin permiso.

Hacer estas imágenes fue también una forma de bailar con los que ya no están, con los que nunca olvidan al otro.

Y de dejar que la ciudad —mi ciudad natal— siga hablándome al oído, aunque hoy no suene la misma música,
aunque a muy pocos les interese,
aunque solo les llegue a aquellos que siempre son necesarios para imaginar un viento que cambie los rumbos.

Milonga en la penumbra del alma

Cierro los ojos para no soltar

Avanzando con bandoneón entrecortado

Hasta que la música se apague

Malena

El instante rojo punzó

Abrazo cómplice

Caballos en fuga por av. Corrientes

Acuerdo en 2 por 4

Acerca de la Obra

"Cuando la ciudad pierde la memoria
el tango la recuerda"

En esta serie de trabajos, el tango no es tan solo un baile,  es territorio emocional, memoria, lenguaje secreto. Es ciudad que late en cada pliegue de un cuerpo o en la pausa de un bandoneón desaparecido.

Los invito a visitar en esta muestra un mapa afectivo,
donde Buenos Aires se dibuja no como paisaje pintoresco,
sino como la oscuridad de una herida y también la luz de un abrazo.

Cada imagen es una escena detenida. Hay parejas que flotan, que se buscan, que se despiden. Hay silencios compartidos, acuerdos tácitos, caballos desbocados y figuras femeninas que encarnan el fuego callado de la historia.

No se trata de retratar el tango como un espectáculo de bailarines, sino de revelar su condición de rito íntimo de las personas de a pie, del refugio entre ruinas, de memoria viva que se transmite sin palabras.

La estética acuarelada, transita entre la figuración y la abstracción para recordarnos que la emoción no siempre tiene contorno. Lo que importa es el trazo que tiembla, el fondo diluido, la piel que recuerda, el gesto que persiste y comienza cuando la música se apaga.

Aquí el tango no es ilustración. Es espíritu. Una ciudad que arde en sus cuerpos y se repite entre luces y sombras.

Mientras alguien abrace a otro al ritmo de un compás secreto, Buenos Aires y el Tango seguirán existiendo.
Y podrán resurgir incluso desde sus propias cenizas...